Deje que su hijo tenga una mala monta.
Sé que quieres protegerlos de las dificultades de este mundo.
Sé que quieres darles éxito y buenas experiencias.
Sé que no quieres verlos lastimados. Verlos caer. Verlos fallar.
Pero, escúchame, deja que tu hijo tenga una mala monta.
Que lloren lágrimas de frustración.
Deje que sacudan la arena del interior de sus pantalones de montar.
Déjelos enfrentar el miedo que se construye dentro de ellos.
Déjelos retroceder de nuevo.
Sí, deje que su hijo tenga una mala monta.
Que odien al caballo que los desafía.
Déjelos aprender lo que significa la lucha, la pasión y la ambición.
Que se den cuenta de que cuando se nieguen a dejar el caballo, el caballo se tomará el tiempo para escuchar.
Concédeles la alegría de darse cuenta de que se están conectando con otro ser vivo.
Concédeles la alegría de darse cuenta de que, aunque son pequeños, pueden ser poderosos.
Concédeles la alegría de ver que su arduo trabajo da sus frutos, a través de los días de lágrimas puede llegar un amor indescriptible.
Sí, deje que su hijo tenga una mala monta.
Después de todo, la vida nos dará muchas satisfacciones de ellos.
Por Sarah Crouse
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